EL PROYECTOR CINE GRAF
Desde que fui al cine por primera vez aquello se volvió una obsesión: emociones que aparecían en un rectángulo brilloso en medio de la oscuridad. El movimiento era delicioso, con sonido una cuestión fascinante, pero lo que más me encantaba era el vínculo que creaba el espectáculo conmigo mismo: el amor que parecía generarme Bambi o la tristeza de cómo la madrastra y las hermanas trataban a Cenicienta, el delirio mayor de los Hermanos Marx en Una Noche en Casablanca y la despreocupación de Laurel y Hardy cuando le rompían totalmente la casa a los vecinos.
Debe ser allá por mis diez años cuando decidí que debería estar algún día vinculado con el cine: no sabía bien cómo pero tanto me daba llegar a acomodador de cine, productor, actor o dueño de una sala (advierto al lector que en mi vida como adulto, por suerte, poco he tenido que ver con el tema).
Cada tanto, mi padre conseguía prestado algún proyector y veíamos cine en esas dos posibilidades de la época: con o sin sonido, proyectado sobre una sábana (en aquella época eran sólo blancas) o enfocando la lente directamente sobre la pared.
¡Era una gran fiesta! En el vecindario se transformaba en "una exclusividad", a la que sólo mis mejores amigos de la cuadra podían asistir, para luego contárselo a todo el mundo: "vi cine en lo del juanca".
La televisión recién arribaría en 1952, y hasta 1960 no comenzó a ser masiva. Los cines formales no eran caros, pero "ver cine" era toda una ceremonia "de salir": requería prepararse y asistir a un lugar que, salvo que uno viviera en las proximidades de la sala siempre implicaba una movilización con desaparición de la casa por más de un par de horas.
Mi madre tenía reservado con sus amigas "el día de damas", una jornada en la cual se veían un par de dramones en castellano (films argentinos, mexicanos o españoles) y para los cuales nos arrastraba protegida con una pequeña vianda con galletitas o sandwiches.
Todo lo que era espectáculo o entretenimiento estaba bastante separado de lo habitual. Sin play-station, PC, o televisión-video-dvd, ipod y celular, es obvio que la vida era bastante distinta. A lo sumo, teníamos para divertirnos el chin-chon, el Cerebro Mágico y Chan, El Mago que Contesta.
Aquella obsesión de cine en casa fue creciendo y no me abandonaba sino que crecía. En el colegio (estatal) cada tanto nos reunían en el salón de actos y nos pasaban aburridas películas didácticas del Servicio de Difusión Cultural de la Embajada de los Estados Unidos o las promocionales de Kolynos con supuesta intención higiénica.
Yo me imaginaba que un día llegaba a casa y tenía un proyector propio, listo para ver un film cada día. ¡Lo que nunca me podía imaginar era tener, además, una cámara de cine. Treinta años más tarde, mi jefe en una empresa multinacional me confesó que él sí había tenido una niñez con proyector ¡y cámara! (y vacaciones en Punta del Este, un lugar que yo por entonces no sabía siquiera que existía ni donde pudiera estar localizado). "Guardo imágenes de toda mi niñez, mi vida infantil siempre fue filmada" me contó aquel privilegiado.
Y como no sabía cómo podría lograr un proyector ¡me lanzaba a la pobre fantasía de inventarlo. Trataba de reproducir, siempre sin lograrlo, aquella caja mágica con luz adentro que emitía un haz que al pasar por una cinta transparente lograba emitir en la pared el dibujo que se hacía sobre tal cinta.
Recuerdo haber logrado algo así como una reproducción de un rasgo de tinta azul pintado en un papel celofán que se sostenía entre una fila de dados de juguete y la linterna de mi papá. Un fiasco ni parecido de lejos a la magia del cine.
¡Hasta que, en Billiken, ví un día la publicidad del proyector Cine Graf! Aquello tenía un precio más que bueno y posible, y se parecía muchísimo a una máquina de las que conocían.
Me encantaría que alguien recordara cómo fue que se desencadenó la decisión familiar de comprarme uno. Es que debo haberle roto las pelotas a cuanta persona pasó por al lado mío, no cabe duda.
Poco tiempo después, aquel aparato estaba guardado en su caja en el ropero y dormía una justa siesta permanente. ¡Era un aparato horroroso, indigno y de una mediocridad supina!
Estaba hecho de una lata pintada que a medida que se calentaba largaba el correspondiente aroma a lata pintada calentada. El calor provenía de su lámpara, una vulgar de velador, que calienta tanto que no se podía tocar sin quemarse los dedos. Las películas eran lamentables porque se trataba de cuadritos dibujados sobre un mero rollo de papel manteca, por lo cual al proyectarse sobre la pared dejaba ver las imperfecciones del propio papel. ¡Y, encima, las historietas eran de personajes desconocidos porque los fabricantes del artilugio no deberían querer pagar derechos a, por ejemplo, los dibujantes de Tarzán, Poncho Negro o Popeye, verdaderos ídolos de aquellos momentos.
Sin embargo, la posesión de aquella porquería me hacía un ídolo entre mis amigos, que cuando venían a casa insistían en que "sacara el cine graf" que ahora ellos me envidiaban.
Cuando pienso esto, a la distancia, creo que aquel proyector era un antecedente de lo que fue más tarde mucho marketing hecho con mala leche: un producto que, en la publicidad despertaba asociaciones ilícitas que provocaban la compra. Uno creía que aquello era algo muy similar a un proyector de cine, cuestión que reforzaba la forma, el diseño y hasta la invocación del uso. Pero que no… no era lo mismo. Hoy reflexiono en aquel producto para el mundo infantil conectado a 220 w en una generación sin disyuntores, que calentaba tanto y que se suponía era un juguete…
Aquella niñez estuvo basada en una cuota de estafa e imaginación. Le colocábamos un cartoncito con un broche a las ruedas de la bici para que hiciera un ruido insoportable, muy similar a un "motor de puma", que era la marca de la moto de moda. ¡Y así nos imaginábamos que, aunque siguiéramos pedaleando más que nunca, manejábamos una moto!
Y algunos hasta solían creer que si nos portábamos bien, luego iríamos al cielo. Pero el relato de ese tema lo dejo para mi preparación de la primera comunión, que contaré en otro post. ¡Ay, Dios…!
17 Comments:
la verdad lamentable tu comentario del cine graf, pegarle de esa manera a un juguete hito de los 70, sin palabras
A ver si entiendo: armas un blog de los 60 para celebrar el advenimiento de los modernos y efectivos juguetes de este tiempo. Por ejemplo, nos divertíamos con dos palotes y un punto e imaginábamos que era el tenis, una pavada. Hoy la play station le pudre el cerebro a los pibes pidiéndoles que elijan el mejor modo de ver -con un realismo apabullante- la aniquilación mas cruenta de su oponente.
Te dejo algunas ideas: un post sobre traje de hule de Batman de Adam West, las vecinas charlando como boludas en las esquinas en lugar de ir al gimnasio, las pelotas de trapo que no picaban, los veranos en la vereda y sin aire acondicionado. Un abrazo.
Coincido con los demás, malísimo tu comentario sobre el Cinegraf, que es excelente, yo tengo uno y estoy seguro de que despertó mi imaginación, avidez y ganas de ver más cine.
Saludos
Emiliano
te fuiste al carajo con tu comentario! mostrás una niñez que no te correspondió! Saludos!
Yo también tuve un Cinegraf
y gracias a el pude dar rienda suelta a mis enormes deseos de dibujar, solo tenía 8 años ó quizas menos. hacía mis propias peliculas (historietas sobre papel manteca cortado en tiras)
que después proyectaba ante los pibes de la barra. Y hasta cobraba entrada figuritas ó bolitas ó tapitas de cerveza o gaseosas cosas con las que se jugaba y se coleccionaban entonces así que gracias cinegraf por las alegrías que me diste de pibe.
Reivindico al Cine Graf, pasaron 50 años hasta que pude tener uno y ahora luce de adorno en un sitio de privilegio en mi casa y con él un montón de sueños e ilusiones de cuando era chico.
Por casualidad me encontre con tu artículo y al principio lo leí estusiasmado, pero al final me arrepentí al leer tus tristes comentarios, fuera de tiempo y sin entendimiento de lo que fue la sencillez e inocencia de esa epoca
Todavía tengo el Cine Graf, hace ya más de 40 años, y lo guardo como un hermoso recuerdo de mi niñez. Como las películas eran caras y escasas, las veíamos miles de veces, hasta que nos avivamos que podíamos hacerlas nosotros mismos sobre papel de calcar; recuerdo haber "producido" un corto para Cine Graf de Mafalda, copiando cuadro a cuadro la historieta de una revista Gente...
Coincido con todos los comentarios, no soy de Argentina pero si vengo del cine y me parece un fantástico juguete que al parecer nunca entendiste. Sorry, pero la princesa está en otro castillo.
No estoy de acuerdo con lo que decís del Cinegraf. Es el juguete que recuerdo con más cariño de mi infancia.
muchachos,tengo 43 años y estoy por comprar uno porque nunca pude tenerlo y como tengo dos hijos pequeños me gustaria que experimentaran con uno.La verdad que la idea del proyector no es pasar las peliculas con las que venia,sino que los mismos niños las realicen y las puedan ver en el.
los juguetes de esta epoca atrofian la niñez,y no dejan que los pequeños sean creativos.yo me fabricaba mis propios juguetes y la pasaba bomba¡,saludos a los de mi generacion¡¡¡
Guauu... llego a este Blog luego de varios años de publicado el artículo.. mas aún en una época donde el universo blog es también ya parte de los recuerdos. Se ha impuesto la inmediatez de facebook y las palabras escuetas del Twitter. Me llama la atención como le dan con un caño al autor de la nota. Yo también soy de los sesenta, nací en el 62 para mas datos, y recuerdo el Cinegraf como un brillantes objeto de deseo, al que por otra parte nunca pude tener. Pero no me parece desacertada la opinión del autor, creo firmemente que uno miraba la publicidad en las revistas de la epoca y te transmitían que por poco tenías el cine en tu casa. Y por lo que cuentan, distaba mucho de eso.... es decir era publicidad engañosa!! esto mas allá de que los usuarios lo disfruten, etc etc. Y es cierto muchos juegos se publicitaban así, el segelin por ejemplo, uno veía la cara del chico feliz en la caja y las figuras de Disney!!! y en realidad era una herramienta para cortar telgopor!! Yo pensaba que era un juguete! Obviamente que alguien podría decir que se desarrollaba la creatividad, etc etc. Pero no absuelve al vendedor del producto de ser un cagador que vendía gato por liebre. Y además no se pongan tan sensibles con la "tierna" infancia. Había cosas fantásticas y otras no tanto, o a caso me van a decir que no le hubiera gustado que en nuestra epoca existiera algo como la play!! No jodan... Saludos
Soy de la década de los 40. Por una mudanza, descubro una caja conteniendo uno de esos aparatitos. Me trae recuerdos gratísimos cuando lo compré allá por 1980 y le pasaba esas "películas" a mis niños pequeños. Ellos sabían la diferencia con el cine verdadero, pero compartían con picardía e imaginación esa aventura de "imitar" a los que tenían uno de verdad.
Y busco en la web alguna información, y arribo a este blog.
Comparto todos los comentarios, y lamento la infancia del autor. ..... si es que tuvo infancia....
Por favor... Alguno que AUN lo tenga.
Podrían escanear "Cascarrabias en Culpas Ajenas", y subirla en algún lado para preservación?...
Si yo pudiera lo haría. Miles de personas se encantarían con estas pelis del viejo Cine Graf preservadas...
Gracias!!!
Vos lo dijiste... Por suerte nivel cine ni el arte es tu mundo más allá de las ganas de ir al cine en tu niñez. Un amargo.
Internet ha sido siempre un lugar de libre expresión, algo que me agrada a pesar de que -como expresa Boogie- los lectores me han dado con todo por no estar de acuerdo con mi frustración infantil del Cine Graf. Es que yo me he metido con algo que en mucha gente parece ser uno de esos recuerdos inolvidables, y eso puede que haya herido un poco su propio recuerdo. Es el riesgo que uno corre cuando abre su bocaza despertando emociones encontradas ¿no? Hace más de una década que abrí mi blog, y me han dicho de todo, incluyendo insultos o elogios. Este ha sido un caso más.
Hola yo tengo uno en casa lo quisiera vender 3513948557 ese es mi número escucho ofertas
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