LOS CHICOS Y SU MUNDO
La necesidad que cubre una creencia es la de explicar, de una u otra manera, todo lo que aún parecía no tener explicación. Y dar alguna tranquilidad a los que temían al misterio.
El crecimiento de una creencia tiene un proceso similar al de la fantasía de un escritor tras su obra. Su mundo se va generando a partir de una propuesta, que encuentra una coherencia y justificación en las necesidades de la propia fantasía inicial. Y la existencia real se la van dando los propios creyentes.
Todo lo intangible de las creencias (mitos, nacionalidades, emociones, religiones) comienza a tomar cierta coherencia a partir del sustento que da su propia existencia.
En “Seis personajes en busca de un autor” Luigi Pirandello muestra la propia vida que empiezan a tener los personajes inventados. A partir de determinado momento, el autor deja de fantasear y comienza a seguir la necesidad de que sean coherentes.
En el medioevo nació el “limbo” como necesidad de cubrir con explicaciones la muerte de tantos niños, la desaparición de los abortados. Porque si los humanos están revestidos de un alma cuyo destino final es el cielo o el infierno, según lo que hicieron cuando estaban vivos, ¿qué ocurre con aquellos chicos que ni siquiera pudieron hacer nada para cubrir el pago del peaje del destino final?
Es evidente que el limbo llenó el vacío de tantos padres creyentes, que desesperaban sobre el destino trascendente de sus niños.
El limbo, ese stand by infantil en el que creímos, ha dejado de existir. Ha cerrado por quiebra. ¿Qué será de las almas de millones de niños que esperaban pacientemente por su ingreso al cielo?
La necesidad que cubre una creencia es la de explicar, de una u otra manera, todo lo que aún parecía no tener explicación. Y dar alguna tranquilidad a los que temían al misterio.
El crecimiento de una creencia tiene un proceso similar al de la fantasía de un escritor tras su obra. Su mundo se va generando a partir de una propuesta, que encuentra una coherencia y justificación en las necesidades de la propia fantasía inicial. Y la existencia real se la van dando los propios creyentes.
Todo lo intangible de las creencias (mitos, nacionalidades, emociones, religiones) comienza a tomar cierta coherencia a partir del sustento que da su propia existencia.
En “Seis personajes en busca de un autor” Luigi Pirandello muestra la propia vida que empiezan a tener los personajes inventados. A partir de determinado momento, el autor deja de fantasear y comienza a seguir la necesidad de que sean coherentes.
En el medioevo nació el “limbo” como necesidad de cubrir con explicaciones la muerte de tantos niños, la desaparición de los abortados. Porque si los humanos están revestidos de un alma cuyo destino final es el cielo o el infierno, según lo que hicieron cuando estaban vivos, ¿qué ocurre con aquellos chicos que ni siquiera pudieron hacer nada para cubrir el pago del peaje del destino final?
Es evidente que el limbo llenó el vacío de tantos padres creyentes, que desesperaban sobre el destino trascendente de sus niños.
El limbo, ese stand by infantil en el que creímos, ha dejado de existir. Ha cerrado por quiebra. ¿Qué será de las almas de millones de niños que esperaban pacientemente por su ingreso al cielo?
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