Sunday, May 16, 2010


Tremolar con orgullo y bizarría.
¿Por qué para acercarse a los chicos se suele elegir un idioma inentendible?
Para un chico que venía de disfrutar en la calle de la bolita, la escondida, la rayuela y patear una pelota, ingresar al mundo del colegio implicaba demasiados cambios. Todos muy raros.
Estoy hablando de mi primer contacto con el “mundo culto” que presuponía la “educación”. Una misión de mis maestros a partir de mi ingreso sería sacarme todos los vicios del habla popular, y empezar a hacerme vivir un montón de finas formas “educadas”.
Para hacerme entender, obligaré a mi lector a meterse en la piel de alguien que en la década del cincuenta empezaba la escuela primaria: una era llena de fantasmas, mitos y prejuicios corroídos por la cantidad de temas “de los que no se puede hablar”.
Ahí es donde por primera vez me encontré con un mundo de no fácil comprensión directa. Para entender qué quiero decir voy a dar el ejemplo de las canciones “Mi bandera” y “Aurora”, ambas de letras de aprendizaje obligatorio por todo alumno en plan de aprendizaje.
“Aquí está la bandera que un día en la batalla tremoló triunfal, y llena de orgullo y bizarría a San Lorenzo se dirigió inmortal” dice inefable la primera, “Así en la alta aurora irradial, punta de flecha el áureo rostro imita, y forma estela al purpurado cuello”, espeta la segunda, que se cantaba todos los días.
A los seis años uno es una especie de loro que repite todo, y más si hay que cantarlo. Pero, ¿alguien sabe en qué idioma los poetas inspirados inventaron estas letras?
Salvo al cantar obligatoriamente estas canciones ¿algún lector puede asegurar que haya usado con fundamento alguna vez el verbo tremolar? ¿alguien imagina qué puede llegar a ser dirigirse inmortal a algún lado con orgullo y bizarría? ¿qué cosa vendría a ser una alta aurora irradial? ¿e imitar un áureo rostro? ¿qué es un purpurado cuello? ¡Y no hagan trampa mirando el diccionario, consultando al Google o a la Wikipedia!
Esto me pasaba a mí en la década del 50, pero estas canciones siguen iguales. A nadie se le ocurre “actualizarles” las letras, como sí hizo el catolicismo con el Padre Nuestro, que no es igual a como se recitaba cuando yo era niño.
Pero estas canciones son apenas una muestra. Canciones, poesías y muchas fábulas y cuentos usuales de la educación corriente son inentendibles en cuanto al uso de palabras, metáforas y giros de uso poco común. ¿Es posible que se llegue a aducir que forzar su uso sea una manera educativa de enriquecer el pobre conocimiento de los chicos?
Pero, por ejemplo, a mí nunca me sirvió el empeño que ponían mis maestras porque yo dijera “acera” en lugar de vereda. A pesar de la insistencia, no lo incorporé ni a mi lenguaje cotidiano ni al de la escritura. Es que la palabra vereda me parece elegante, es la que dicen todos, y seguro que –salvo en clase- es la que las propias maestras usaban en su vida diaria.
¿Por qué el empeño en usar terminología rara?
Pareciera ser un vicio de cierta tendencia de la “literatura culta”, de la poética y en general de los rebuscamientos que, por suerte, nunca atacaron al habla diaria. Ni siquiera a la de la gente más culturalizada.

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