Wednesday, March 07, 2007



In Memoriam
Tenía 14 años cuando mi vocación por la literatura (posterior a mis otras diez o doce vocaciones ya detectadas y hasta olvidadas) tomó forma real y se cristalizó en verdadero deslumbramiento por el periodismo.
Es que una campaña de marketing muy fuerte había resucitado al diario “El Mundo”: cada día tenía un suplemento de varias páginas con un tema distinto, y saltando por encima del periódico diario que compraba mi padre (“La Razón”, un vespertino con tendencias amarillistas), mi madre colaboraba con las monedas que hacían falta para comprarlo.
Hasta alcanzar la edad necesaria para ejercer el periodismo, me dedicaría a leerlo: eso quedaba claro. Después fui encandilado por Primera Plana y todas sus estrellas: Timmerman, Martínez, Delgado, Algañaraz, Schoo, Casasbellas, Borrini, Soriano, Grondona, Troiani... Porque la propuesta de Primera Plana era seductora de punta a punta, por primera vez te dejaba sospechar que el futuro que ibas a vivir ya lo tenías al alcance del kiosco apenas. Por primera vez no se hacía periodismo a la medida del pensamiento del poder, fueran los ricos o el gobierno o partido de turno, sino con un interés de marketing: hacer una publicación que “prenda” y permita crecer las ventas.
Para que tengan una idea del espíritu aquel, cito textualmente a Ernesto Schoo: “Era increíble la influencia de Primera Plana en esa época. Nos dimos cuenta de que la revista implantaba modas, determinaba si una obra o una película seguía o no en cartel. Y empezamos a tomarnos eso como un juego. Por ejemplo, introducíamos palabras estrafalarias que nadie usaba, como un juego. Teníamos una broma cruel: ¿cuál es el perfil del lector de Primera Plana? El joven odontólogo en ascenso. En esa época era verdad, había una clase media en ascenso que compraba libros, discos y hasta cuadros, había una movilidad muy grande, una explosión de juventud. La nuestra es una sociedad muy formal, muy conservadora, y Primera Plana aparece un poco burlándose de los políticos, los funcionarios, sin esa cosa ceremoniosa con que el periodismo trataba siempre a Su Excelencia el Señor Ministro. Nosotros escribíamos que Fulano entraba a su despacho, se sacaba la corbata, se sentaba... lo contábamos como un cuento. Es que casi todos éramos escritores, era una redacción de escritores. Fue una época lindísima que se acabó con Onganía y por la actitud que la revista tomó hacia Illia. Mientras duró, yo me divertía como loco, con la distancia que me daba ser un poco mayor que los demás. Después vino Onganía, el dictador más funesto para la cultura argentina. Ahí apareció una cara argentina que también es real, despótica, fascista.”
Sobre la fórmula que usó Timerman se ha hablado mucho, y poco se ha podido o querido imitar: a él le funcionaba, al menos. Liberal en lo político, conservador en lo económico y revolucionario en lo cultural, aquel nuevo periodismo juntaba a una élite sin mucho nombre aún, pero de excelentes pensadores y que sabían seducir al lector.
La historia de Primera Plana es conocida porque el estilo periodístico rioplatense tiene un antes y un después de esta brillante revista. Cuando don Jacobo se fue tras nuevos destinos (Confirmado y más tarde La Opinión) la revista quedó en manos de Tomás Eloy Martínez, que ya se revelaba como el tipo que mejor trataba las letras en Argentina. Contaba: "el proyecto literario, en general consistía en la imposición de determinados códigos de comunicación, y consecuentemente en la imposición de esos códigos a una minoría, que a su vez servía de elemento difusor. Se trata de lo que por entonces en la revista llamábamos la teoría de la mancha de aceite, que consistía en tocar el centro de decisión intelectual para proyectar, desde allí, al resto de la comunidad nuestro lenguaje".
En 1965 aparecieron en Primera Plana los primeros artículos sobre marketing, medios y publicidad. Su estilo modernizó el discurso periodístico definiendo una línea editorial característica del periodismo vanguardista, Primera Plana convirtió la actualidad en espectáculo utilizando estos recursos: titulares creativos-estilo de escritura rebosante de indicios metafóricos y referencias irónicas para lectores sagaces-narraciones construidas desde la ficción (eran frecuentes los comienzos novelados de algunas notas político informativas)- reproducción de múltiples voces alrededor de un hecho. (cita de “Medios Periodísticos”).

De a poco fui mamando un periodismo distinto, todos surgidos –en forma casi inevitable- con la Primera Plana como sombra: Confirmado (del mismo Timmerman), Análisis, Panorama (con Tomás Eloy Martínez), Extra (de Bernardo Neustadt).
Cuando Confirmado apareció, comencé a leer dos revistas, ambas como partes de un único semanario: la prensa de Timerman.
Hasta que unos cuantos años después, aquel viejo genial decidió iniciar una nueva aventura, final y quizá el mejor momento por el que haya pasado el periodismo de este país: “La Opinión”. Es decir: ya nunca más el tiempo alcanzó para poder leer el diario. ¡Las notas eran profundas, extensas, interminables! Uno quería sólo leer…
Pero “La Opinión” como el arte, la cultura y la ciencia entraron en un profundo cono de sombras al compás de marchas militares. Y el periodismo no iría a ser igual. En Argentina el periodismo murió casi, al menos hasta la aparición de la revista Humor, o Humor Registrado o Hum R, o como quieran llamarla.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Soy periodista gráfico nacido en los ´70, así que no alcancé a conocer Primera Plana, pero admiro profundamente el producto que lograron hacer en esa época. Y la semana pasada fui a una charla en el Malba donde habló Ernesto Schoó y recordó anécdotas de esa redacción increíble. Linda evocación, lindo texto.

3:10 PM  

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